El buen lector de “Charnegonews” probablemente conocerá (o habrá oído hablar ) de un restaurante denominado “Le Temps de Cerise”, que está en el barrio menestral de “Le Marais” en París
Este restaurante lo tiene todo, “à la parisienne” es claro: Reserva telefónica anticipada (en un teléfono que casi siempre comunica); local pequeño, y con pocas mesas también pequeñas; “bistrôt” de buena comida, no muy barata (menú de 30 euros en el año 2014); y camareros izquierdistas-“compagnons”, consecuentemente antipáticos (“comme il faut” ), que no tan sólo hablan siempre francés, si no que, además, no entienden ni el castellano…¡ ni el catalán !
Suponga el lector -y hágalo “peliculeramente”- un suceso, verosímilmente histórico, que pudiera haber acaecido (pongamos que en el año 1943) en ese restaurante, en una mañana de invierno, hacia el mediodía. Tal que así:
En una arrinconada mesa está sentada, sola, una mujer joven de aspecto y dignidad de “bonne femme”, o sea de criada de señores de “casa buena”, como las de la “Place Concorde”.
La mujer está, aparentemente, disfrutando de su jueves de permiso, pero es que resulta que además de chacha es una “partisanne”, militante clandestina de «la Résistance”, conocida con el nombre de guerra de Maruja, porque es de orígen español, evidentemente.
Está, pues, la mujer en un rincón del local, tomándose un café de colador mientras fuma un Gauloise, pero muy atenta a la llegada, al fin, de dos clientes. Se trata de dos habituales a esa hora, unos ensoberbecidos nazis de las SS, siniestramente uniformados: un “Obersturmbanführer” y su fiel “Rottenführer”.
De pronto, nada más sentarse ambos en la mesa de al lado de Maruja -con donjuanesca confianza de supuestos seductores- esta, en un visto y no visto, extraerá de su bolsa de bandolera una pistola (una vetusta “Browning” de “La Grande Guerre”), y los matará con dos tiros para cada uno, descerrajados primero en sus arias cabezas, y luego los otros dos en sus orondas barrigas.
Imagínense, también, a nuestra heroína, Maruja, escapando del restaurante, mientras le cubre su calculada retirada un curtido “ouvrier du banlieu” (o eso parece), que hacía rato que estaba apoyado en el mostrador del restaurante, escondiendo, bajo su modesta chupa de borra, un, digamos, violín (o sea, un subfusil “Sten” de los que suelen usar los partisanos).
Pero resulta que el susodicho “ouvrier” (en la “película” sin duda se llamaría “Antonió Martinès” ) y había nacido y vivido en La Torrassa (cerca de Barcelona, allá en la “Catalogne” de l’Espagne”), en donde apenas “parlava català” por ser un barrio marginal y por estar mayoritariamente habitado por migrantes murcianos.
Antonio sería, pues, en Barcelona, un despreciado charnego. Y en el París ocupado por los nazis, sucede que Antonió apenas “parle français” y no está todavía “normalisé” con “papiers”, todo lo cual le hace ser considerado, en general, un despreciable “métèque”. Pero es que ¡ cómo va a hablar francés y tener “papiers”, si desde el año 1939 es un evadido de los campos de concentración franceses, para exiliados españoles antifranquistas…!
De modo que “papeles” y “normalité” lingüística “Antonió” no tendrá, pero lo que sí que tiene (y le sobra), es valor, dignidad, y decencia antifascista. Parejos al coraje, a la dignidad, y a la decencia que le inspiran los actos heróicos de su amada Maruja.
“El columnista federal”