«¡Yo os convoco, espíritus del GAL, de los EREs, de la OTAN y de FILESA»!

Después de desatar hace pocos meses un infierno de azufre y fuego sobre el anterior líder del PSOE, el guapo y bien plantado Pedro Sánchez, y de convertir la sede de la Calle Ferraz en una siniestra sucursal del Reino de Mordor para poder desalojar de ella a su legítimo ocupante, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ha decidido llamar ahora en su apoyo a una auténtico ejército de las tinieblas compuesto por los fantasmas de antiguos secretarios, vicesecretarios y dirigentes varios del partido, en su empeño por derrotar definitivamente a su tenaz oponente y convertirse, por fin, en Secretaria General de la histórica organización.

A tal efecto, la lideresa del PSOE andaluz reunió este pasado fin de semana en Madrid a un gran número de sus seguidores, ante la mirada sobrecogida de los cuales hizo materializarse con un terrorífico conjuro a los espíritus de Felipe González –que llegó a la reunión arrastrándose penosamente desde su lujoso panteón mortuorio de Gas Natural, en el Cementerio de las Puertas Giratorias–, de Alfonso Guerra, de Pepe Bono, y de otros numerosos cadáveres políticos que acudieron obedientes a su aborrecible ruego, salidos todos ellos, como en una pesadilla, de entre las tenebrosas tinieblas del más ominoso pasado.

Inmediatamente el aire se inundó de una nauseabunda fetidez de ultratumba, en la cual se percibían claramente las miasmas de Filesa y Malesa, del referéndum de la OTAN, de los GAL, de las ETTs, de las privatizaciones, de la reconversión industrial, de los pactos con Jordi Pujol, de la ruinosa “expo” de Sevilla, y de la triste limosna de los PER para los braceros en paro de Extremadura y Andalucía. Fueron, en cambio, exorcizadas todas aquellas presencias perturbadoras que hubieran podido revivir la  indeseable imagen de un PSOE de izquierdas, socialista y obrero, si es que alguna quedase que hubiera podido acudir por error a la llamada.

“¡Yo os invoco, espíritus de la Bodeguilla, del felipismo y del guerrismo, de la Cultura del Pelotazo y la Economía del Ladrillo, de la Especulación y de los banqueros!”, salmodiaba con voz siniestra la extática oficiante, revestida de una larga túnica que, vista de lejos, la asemejaba más al cantante Demis Roussos que al espigado nigromante Sauron, y mientras la jaleaban, con una mezcla de horror y entusiasmo, las enfervorizadas huestes de sus partidarios. “¡Venid en mi ayuda, y no permitáis que la insolencia de un petimetre que se piensa que es de izquierdas, ni el capricho de unas bases que se creen soberanas, me alejen de mi merecido triunfo, que es el único posible, y el único que permitirá el sacrosanto IBEX 35!”

Entre la legión de terroríficos muertos vivientes convocados a tan siniestro akelarre, también se pudo ver al triste espectro de José Luis Rodríguez Zapatero –el ya casi olvidado Fantasma de los Brotes Verdes–, con cara de haber sido arrastrado allí por la fuerza y de estar deseando volver cuanto antes a su fría tumba, a seguir penando por toda la Eternidad por las esperanzas marchitas y traicionadas de quienes le votaron una triste mañana de marzo, creyendo que con él, tras el invierno, llegaba ya por fin la primavera.

Mientras tanto Pedro Sánchez, el rival de Díaz en las inminentes primarias del partido, reunía también en un polideportivo de la Comunidad Valenciana a un buen número de sus seguidores, ante los cuales se juramentaba para crear una Comunidad del Anillo con la que devolver, por fin, la luz del Verdadero Socialismo a la maltratada Tierra Media. Aunque muchos no acabaron de tener claro si les estaba hablando de política, o si tan sólo les contaba un cuento de hadas.

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