Buenos días a todos. Mi nombre es David Hernàndez, así, con el acento (`) mirando para Antequera. Mis padres son de Castrojeriz (Burgos), pero yo me siento independentista. Pero de los buenos, ¿eh? Es decir, anticapitalista (nada que ver con los neoliberales con los que me tengo que dar abrazos de vez en cuando por el bien de la Patria). Al principio mis padres y mis parientes del pueblo no lo entendían. “¿Que España te roba…? ¿A ti, que nunca has pegao palo al agua…?”.

Pobrecillos. No comprenden que forman parte (involuntariamente, claro) de un estado criminal que oprime a mi país, Catalunya. Bueno, involuntariamente…menos mi tío Eusebio, que ese sí que es un facha. En fin, yo estaba destinado a ser un charneguillo más, hasta que me redimí: entré en un Partido que propugna la instauración de unos Países Catalanes libres, independientes y socialistas. Ahora mi familia se divide en dos: los que no me dirigen la palabra (menos mi madre, claro, que una vez por semana me trae un tupper con lentejas y me dice: “ay hijo, deja a esos melenudos y vuelve con los tuyos”) y los que directamente me quieren correr a gorrazos (encabezados, naturalmente, por mi tío Eusebio).

Pero formo parte de una gran nación que lucha por su libertad, que es lo importante. ¿Y el capitalismo? Ah, sí, bueno, ese tema lo dejamos para después de la independencia, ¿vale?, que no corre tanta prisa. A ver si ahora la abolición de la explotación del hombre por el hombre, que es algo como de toda la vida, como consustancial con las cosas, va a ser más urgente que liberar a Cataluña. Algunos plastas en el Partido me dan la murga siempre con este tema, pero son como los floreros chinos: inofensivos y los tenemos para hacer bonito. Porque entre tú y yo: ser anticapitalista mola, mola mazo, se ligan unas titis que para qué (que me lo digan a mí, que no me comí un torrao hasta que entré en el Partido) pero lo verdaderamente importante es la independencia. La de Cataluña, no la del obrero.

Pero bueno, como todo en la vida, ser independentista y de Burgos, aparte de satisfacciones, también me ha obligado a renunciar a algunas cosas: la principal, el ser torero. Sí amigos míos: me gustan las corridas (no seáis mal pensados, jodíos). Lo que pasa es que el Partido es muy exigente. Es un sacerdocio. Te exige ser antiespañol, anticapitalista, antisistema, anti-Unión Europea, anti-OTAN, anti-euro, anti-compresas, anti-bocata de calamares… Y también, cómo no, ser anti-taurino. ¡Con lo que me divertía yo en los encierros del pueblo, copón! Soy un taurino clandestino, vergonzante. ¡Es que si se enteran en el Partido! ¡La Anna Gabriel es capaz de cortármela con una navaja suiza!

Yo, de todas maneras, por si algún día cambian las cosas (¿acaso en la Catalunya Nord los toros no son un rasgo identitario?) guardo en mi armario un bonito traje grana y oro para cuando tome la alternativa. Sí, señores: David Hernàndez, reputado independentista, azote del estado español, sueña con una tarde de gloria en la plaza de Castrojeriz. Ya puedo ver los carteles: Seis toros, ¡seis!, de la ganadería de Vitorino; y a la faena, Morante, Serafín Marín y yo, David Hernàndez, el Niño de la Chancla. “El Niño de la Chancla”… sí… me pusieron el mote cuando le enseñé la sandalia a Rodrigo Rato y lo acojoné vivo: “Hasta pronto, gánster”, le dije. Si es que cuando me pongo, me pongo. Luego me tuve que pegar aquel abrazo con Artur Mas y quedé como deslucido. De hecho, me quitaron trece puntos en el carné del Partido. Pero como lo importante es lo único, es decir, la liberación nacional, como que se olvidan estas cosas. “Venga, jodío, no lo vuelvas a hacer más, que se nos ve el llautó”. Y te pegan una colleja. En fin, yo confío en poder salir algún día del armario, como Rock Hudson, enfundarme mi traje de luces, entrar en el ruedo, y al finalizar el paseíllo, sacarme la montera y gritar: “República Catalana… va per vostè!”

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