Tirando por lo bajo éramos más de medio millón; antes de las cervezas, un millón; y después ya paramos de contar.

El Faneca me dijo que seríamos cien mil y que me invitaba a estar en la cabecera, que fuera pronto, que me pondría al lado del Jiménez Villarejo que es un tío mu enrollao. Llegué tarde. ¡Mentira! Llegué bien, pero la cosa estaba a tope. Total que perdí de vista al Faneca y me dejé mecer por la ola humana.

Luego el Faneca me contó lo chupa-cámaras que son el Albiol y el Rivera; ¡nada extraño! Parece que tomaron al asalto la cabecera y casi mejor que yo no estuviera por allí, porque algunos de éstos me ponen de mala hostia. Parece que Don Carlos Jiménez Villarejo aguantó estoico, pues luego le vi en el escenario.

A lo que iba, que íbamos el Garrido, el Mínguez y yo, y nos mezclamos con el personal. Hasta botas de vino traían algunos. Nada como pasar la bota de mano en mano para hacer migas. ¡Vaya que si hicimos migas! El Garrido iba como medio acojonao; porque mucho rajar contra las élites y las oligarquías, con su jerga antropoarqueológica, pero luego le acojona que no veas que le vean en compañía de otros fachas españolistas, como nos llaman los del Régimen Puchimonista. Sobre todo, le acojona que se enteren sus alumnos de la Autónoma, que no veas cómo las gastan. Y eso que tiene alguna doctoranda cupera que, si cambiase de peinado y se quitara dos o tres quilos de piercings de la cara, no estaría del todo mal, mejorando lo presente…

El Mínguez, en cambio, lo que iba era cabreao, a tope, con los de su sindicato; que mucha lucha social, mucha unidad obrera, pero que luego se bajan los pantalones a tope delante de las “tietas” ricachonas de Bòdrium Cultural y de la ANC, que son como Testigas de Jehová pero con mucha más bilis en el cuerpo, que parece que les falte algún agujero por donde sacarla, o al revés, que lo tengan taponado…

Yo, por mi parte, no recuerdo nunca haber ondeado en mi vida la rojigualda, pero el 8_O lo hice, y eso a pesar de que llevaba el escudo del Felipe. Si mi padre, que en paz descase, me ve, me ahostia. Pero es que la cosa tenía su enjundia… a ver, quien me pasó la bandera fue una morenaza de armas tomar que habían bajado, con un grupo de amigas, a Barcelona desde Santa Coloma de Farners, y estaban emocionadas por la respuesta ciudadana, como todos… emociones a flor de piel… ¡Qué rica la piel morena!

Todo hay que decirlo las rojigualdas, de dos y de cuatro barras, ese día, estos días, eran, son, símbolos de la rebeldía contra la dictadura processista, por lo que me sentí muy a gusto con mis compatriotas enarbolándolas y gritando aquello de “no somos fachas, somos españoles” junto a vivas a España y a Cataluña. Vamos, que no era el día para confrontar qué España queremos, sino para revindicar que queremos España. Sin vergüenza ni timidez.

No vi muchas banderas republicanas; pocas, algunas las llevaban los amigos con los que coincidí el mes de marzo en la anterior mani de SCC. Los vi cerca pero no llegamos a encontrarnos: la marea humana nos acercaba y alejaba. Saludé de lejos a mi rubia, pero no abandoné a la morena.

Supongo que la izquierda “realmente existente” – ¡jo! cómo me gusta usar términos de mi época revolucionaria– perdió el compás hace tiempo dando pábulo al rollo nacionalista con el mantra del “derecho a decidir”. ¡Así le va, y así le irá!

Tardamos casi tres horas en llegar a la Estación de Francia, donde estaba el escenario, justo para escuchar a Alex Ramos y a Carlos Jiménez Villarejo. Es increíble este hombre, no sé la edad que tendrá, se le ve mayor, pero los tiene bien puestos. Enérgico y contundente, antes de leer la parte del manifiesto que le correspondía dijo lo que había que decir sobre el Puigdemont y sus caciques. Y junto a Borrell, al que no llegué a escuchar –dicen que lo hizo muy bien–, dieron representación a una izquierda que no tiene nada que ver con el okupa (me refiero a Albiol, por si no lo entendéis) que había en el escenario. Don Carlos se reclamó de izquierdas y no nacionalista y ahí ya me emocionó, a mí y a la mayoría, que le aplaudimos a rabiar. Tan emocionao que le comí la boca a la morenaza. Uf, no os cuento. El Garrido se apartó discretamente, y el Mínguez nos miraba de reojo, como diciendo: ¡qué cabrón…!

El final de mani, invadir las terrazas de Paseo Nacional, ahora Joan de Borbó – a quién se le ocurriría cambiar el nombre, con lo que le gusta al catalanismo lo de nacional–, a degustar tapas y cervezas en buena compaña.

Lo del “zasca” de Mariano, esta mañana, queda en el haber de lo episodios nacionales de Pérez Galdós.

Farragüas

El Carmelo. Farselona. Octubre de 2017

2 comentarios en «El 8-O hicimos un botellón»
  1. Por cierto: Faraguasas no lleva diéresis ( ya se ve que fuiste a una escuela «nacional») y además no escuchaste a nuestro Premio Novel…será que no te interesa la alta literatura.?
    Por cierto que si el Albiol no hubiera estado por allí le hubieras criticado igual – por no estar – a que si!

  2. Pues yo desde que Don Santiago, Duque de Carrillo, se puso la «rojigualda» como cubrecama me la pongo hasta cómo «estoballes»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *