A ver, para empezar, yo soy el Farragüas, porque toda la vida lo he sido y punto. No, no es mi nombre, ¿alguien puede pensar que a mis padres se les ocurriera tal cosa…? Bueno, la verdad es que sí que podría haber pasado por la mente de mi madre, porque al fin y al cabo a mí siempre me han conocido por el Farragüas por culpa de ella. Pero, vamos, no creo yo que el cura hubiera aceptado ese nombre, así que me pusieron Jose, como a mi padre; Jose no José. Pero ¿quién se acuerda de mi nombre? Nadie. El Farragüas. Tú pregunta por el Carmelo ¡y verás!

Conste que a mí en casa nadie me llamó nunca Farragüas, siempre fui Jose. Pero cuando mi madre se asomaba a la ventana a llamarme para que entrara en casa siempre decía lo mismo: “Jose vente p’aca, farragüas, qu’estas hecho un farragüas”. Y así quedo la cosa.

También me decía otras lindezas como que parecía un húngaro y que me metiera los jarapales dentro el pantalón. A esto mi padre añadía su particular retahíla de adjetivos para definirme, como buscapleitos o malandrín y otras que ahora no recuerdo. Pero lo que quedó claro a mis amigos de la calle Llobregós es que yo era, y soy, el Farragüas.

Y se dirán ustedes que están leyendo esto: “¿y a mí qué coño me importa tu nombre o tu alias o tu mote?”. Pues supongo que nada, pero a mí el que manda en esto de Charnego News me ha dicho que por cada historia que le cuente me suelta unos billetes y, joder, a nadie le amarga un dulce, así que mientras él pague, yo escribo.

Por cierto, eso de charnego me lo dicen hace unos años y le rompo la cara al que me lo suelta. Puede que yo haya sido un poco quinqui y me haya buscado la vida como he podido, pero eso de charnego… “¡tu puta madre, ostias!”. Que yo no soy catalán, ¿o sí? Bueno, da igual, que yo nací en un pueblino de Cáceres, al norte (no pienso dar más pistas). Vamos, que no me metáis en esas bullas de si uno es catalán catalán, solo catalán o medio catalán. ¡Que me la suda!

Mira si me la suda que nunca he votado en eso de las autonómicas. ¡Que con su pan se lo coman! Bastante tengo yo con solventar mi manduca como para pensar en la de esos estiraos.

Conste que algunas estiradas de esas están “pa dame pan y moja” y si es menester aparentar pues ponemos “l’acent de Girona” para levantarle, si se tercia, el ego y la falda.

Y se estarán planteando a estas alturas, qué ¿a qué vienen tantas disquisiciones sobre mí? ¡Coño! pues me estoy presentando, ahora iremos al grano.

El pavo este, el de la pasta, piensa que yo sé algún secreto sobre Marsé y el Pijoaparte porque alguna noche, más de una y de diez noches, que me había invitado a unas cervezas, ¡unas cuantas!, le he contado mis andanzas por el Carmelo y piensa que hay alguna conexión entre lo que yo cuento y la historia esa del Pijoaparte. Y yo creo que algo hay de verdad.

Me estoy leyendo la novela esa de las últimas tardes con Teresa y la verdad es que algo de lo que cuenta el Marsé sí que pasó y yo lo viví. No hubo un Pijoaparte, hubo varios y yo fui uno de ellos, supongo que el más fracasado de todos, sigo aquí. El Faneca fue otro y este se espabiló y se fue para el otro lado de la montaña, tocando a Gracia, por Verdi o por allí, pilló a una Teresa, aunque acabó mal la cosa. Porque esa es otra: no hubo una Teresa, unas cuantas hubo. Si hasta me afilie al PSUC. Recuerdo a la Laia y a Marta, ¡qué buenas estaban las cabronas! Eran como las voluntarias de las oeneges de ahora dispuestas a educar a esos pobres desarrapados, dispuestas a salvarnos de nuestra ignorancia y nosotros nos dejábamos, nos dejábamos todo lo que podíamos y más. Uff ¡Qué recuerdos!

Me parece que el jefe dice que guarrerías la menos, así que no entremos en detalles. Pero vamos que todavía me acuerdo de aquellas reuniones en un sótano de la calle Tolrá, mientras el Tereso de turno nos aleccionaba sobre la dictadura del proletariado, los muslos de la Laia rozaban los míos o los pechos de Marta se apretaban a mi espalda, cosas de la estrechez y de los nuevos tiempos de liberación de la mujer. Olían a colonia del Ensanche o de Sarria. Una delicia para un belloto como yo que todavía no había probado el jamón ibérico.

Si un día el jefe me deja les cuento la cena/juerga/orgía en casa de Federico que vivía en Llobregós, como yo, pero más cerca de Santa Teresa.

Por hoy como ya he superado las 800 palabras ya cobro, si acaso, otro día sigo.

Con Dios.

Farragüas

Un comentario en «Antecedentes.»
  1. Por fin Farraguasas, por fin has reaparecido, poro hoy me has decepcionado, hoy no te has metido con los «indepes» y esto es lo que me va.
    Un abrazo

    Que té parecieron ayer nuestros «focs»???

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