En Farselona se dan casos que merecerían salir en «Cien años de soledad» de García Márquez o en «La casa de los espíritus» de Isabel Allende

¡Con razón Farselona fue la cuna del “Boom” de la novela latinoamericana y del Realismo Mágico allá por los años sesenta, cuando Gabo y Vargas Llosa andaban persiguiendo faldas de taberna en taberna, bajo la comprensiva mirada de Carmen Balcells! Porque es que en sus calles ocurren cosas que podrían inspirar una novela a Juan Rulfo o un relato a Julio Cortázar.

Sin ir más lejos: hace algunos días salí de mi casa y, a la altura de la calle Llobregós, me encontré con que a todos los árboles de la acera les habían atado bolsas amarillas de basura –o bolsas de basura amarilla, tanto monta monta tanto– en todas las ramas hasta las que habían conseguido llegar.

¡Qué daño a la vista! Porque mira, en su balcón, que cada cual se cuelgue la chorrada que quiera: la estelada, la estanquera, el pendón de los Tercios de Flandes, o una foto de Carme Forcadell en pelotas si eso es lo que se la pone más tiesa. Pero las calles son de todos, y no sólo de los de la secta del Lacito con Ictericia. Y los demás no tenemos por qué aguantar que vengan ellos, con sus coros y danzas subvencionadas, a imponernos sus ideas y sus símbolos por cojones. ¡Y menos todavía en el barrio del Carmelo, corazón y matriz de la Tabarnia mestiza y acharnegada!

–Pues eso tiene que ir contra las Ordenanzas del Ayuntamiento –me soltó el amigo Mínguez, mientras hacíamos el vermú en el Bar Delicias de la Carretera del Carmelo–. Yo que tú lo denunciaba, a ver qué dicen.

–No te van a hacer ni puto caso –le enmendaba un tanto cabizbajo mi otro amigo, el Garrido–. Éstos del Ayuntamiento están a partir un piñón con los del lacito, a ver por qué, si no, te piensas que les dieron la patada a los sociatas justo antes de las elecciones, con lo que les había costado medio ligar la cosa para poder aprobar los presupuestos de este año.

Al Garrido se le nota que está dolido con los Comunes, después de que hasta lo liaron para hacer de apoderado de la Colau cuando lo de las municipales. Ahora desde hace un tiempo dice que a él ya no le engañan más, y anda triste y mustio, como cuando de chaval le daba calabazas alguna mocita del barrio y no tenía a mano ninguna otra a la que tirarle los tejos, o todas las demás tenían novios más cachas y con moto.

–Pues yo te digo que no –insistía el Mínguez–. Los árboles son mobiliario urbano, o como se diga, y no pueden utilizarse sin permiso para colgar propaganda de ninguna clase.

Total, que como el “no” ya lo tenía, me decidí y me acerqué a la Seu del Districte, uséase, lo que sería el Ayuntamiento de Barrio de toda la vida, para presentar una queja-petición formal en toda regla, con su registro de entrada y toda la mandanga. Y eso que me tuvieron haciendo cola un rato, detrás de los que querían quejarse por los socavones de la acera. Pues bien; esta misma mañana me ha llegado la respuesta, vía mail. Traduciéndola del catalán, por si alguien me leyera que no esté aún lo bastante “normalizado”, venía a decir lo siguiente:

Apreciado ciudadano,

Respondiendo a su comunicación recibida el 21 de enero de 2018, con código 9??0DHC, en la que reclamaba la retirada de bolsas de plástico de las copas de los árboles en la calle Llobregós, le informamos que las bolsas en cuestión han ido a parar a los árboles debido al viento, y a buen seguro que en breve volverán a caer por sí solas.

Por tanto, y siguiendo con las prioridades establecidas, no podemos destinar equipo alguno a retirar dichas bolsas, si las mismas no representan ningún peligro para la ciudadanía viandante.

Le agradecemos su participación, y quedamos a su disposición para futuras comunicaciones.

Cordialmente,

Manda huevos, pensé para mí. Las bolsas han ido a parar a los árboles “debido al viento”; el cual, claro, les ha hecho dos nudos marineros que ni los de Popeye el de las espinacas, para asegurarse de que quedaban bien firmes y todo el mundo las viera.

–Esa contestación del Ayuntamiento es un resumen paradigmático del comportamiento de los Comunes frente al tema nacionalista –me comentaba el Garrido un rato más tarde, por Whatsapp–. Les dejan hacer a su antojo, pero sin mojarse. Porque en el fondo saben que quienes les han votado en las municipales, son los mismos que votan a la Arrimadas en las del Parlament. Pero al final se les acabará el chollo, la gente ya empieza a darse cuenta de que les toman el pelo. Como salga algún otro partido de izquierdas antes de las próximas municipales, se hunden.

Pero cuando he salido a la calle un rato más tarde, me he llevado la sorpresa de que todas las bolsas amarillas habían desaparecido ya de la copa de los árboles, tal como me decía el Ayuntamiento, “por sí solas”. Y es que claro, se debían haber caído todas ellas al mismo tiempo, gracias a alguna racha de viento de lo más oportuna… y el mismo viento las debía haber depositado, sin dejarse ni una, en las papeleras más cercanas. Digno del Macondo de García Márquez o del Comala de Juan Rulfo. Realismo mágico en estado puro.

Y es que hasta el viento es de lo más “cívico”, aquí en Cataluña…

Farragüas

El Carmelo, Farselona, 22 de enero de 2018.

5 comentarios en «El viento que ataba en los árboles lacitos amarillos»

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